Читать книгу Un viaje en el tiempo онлайн
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Dios ha dicho: “No tengas miedo, porque he pagado tu rescate; te he llamado por tu nombre; eres mío” (Isa. 43:1). En un planeta con miles de millones de personas, es fácil sentirse excluido, sin importancia, perdido. En esos momentos, es un alivio oír que alguien te llama por tu nombre. Cualquiera que haya visto a una niña congelada por el miedo, llorando a todo pulmón porque ha perdido a su madre en una gran tienda, sabe la verdad: cuando la madre la llama por su nombre y la toma en sus brazos, el llanto se detiene. Es reconfortante saber que Dios nos conoce a todos por nuestro nombre. David nos asegura de que Dios nos conocía incluso antes de que naciéramos, antes de que fuéramos concebidos. Incluso si eres gemelo o trillizo, él puede verte desde el otro lado de la galaxia, y nunca te confundirá con tu hermano, ni te llamará “hermana de fulano” o “hija de mengano”. Él te conoce a ti y sabe todo lo que te hace sonreír, enfadar, asustar... conocía todos los detalles de tu vida aun antes de que este planeta empezara a girar sobre su eje. ¿Cómo podemos estar seguros de esto? ¡Porque él te creó! Reflexionemos. Si él puede crear todos los miles de millones de galaxias, con sus cientos de millones de sistemas solares, y cada planeta en el espacio, entonces es bastante razonable que él pueda recordar los nombres de unos pocos miles de millones de personas en la tierra, ¿no? Sí, sin duda alguna. Y puedes apostar que no necesita una vieja y polvorienta guía telefónica para hacerlo.