Читать книгу Un viaje en el tiempo онлайн
148 страница из 157
La sangre es quizás el bien más preciado del cuerpo humano. Sirve para dar vida a cada tejido, a cada célula. Cada minuto, más de 4,7 litros de sangre hacen un circuito completo en el cuerpo a través del corazón. Por ese circuito, pasan unos 300 litros de sangre por hora, 7.200 litros por día y 2.627.945 litros por año. Sorprendentemente, la cantidad de sangre bombeada al día equivale a unas cien veces el peso del cuerpo. La sangre actúa como una cinta transportadora de los nutrientes buenos que necesita nuestro cuerpo y de la basura que este debe expulsar. Las arterias, los capilares y las venas llevan la sangre vital a todos los rincones del cuerpo humano como, por ejemplo, a los intestinos para absorber los alimentos que ingerimos, y a los pulmones para recoger el oxígeno y depositar el dióxido de carbono. La sangre también pasa por el hígado y los riñones para expulsar los desechos tóxicos que actúan como veneno para el cuerpo.
Cuando miras hacia abajo y ves tus manos cubiertas de sangre, sabes que algo anda mal. A los humanos nos gusta mantener nuestra sangre dentro de nosotros. Normalmente, Dios no necesita sangre para vivir; pero, cuando se hizo hombre y vivió en nuestro mundo como un ser humano, necesitó sangre para dar vida a cada tejido de su cuerpo, para absorber los alimentos que comía y para expulsar las toxinas de su cuerpo. Necesitaba la sangre para hacer todo lo que su cuerpo hizo por el nuestro. Era igual que nosotros. Pero, había un problema. Los humanos estaban en el camino de la separación eterna de él debido a que Adán y Eva habían elegido el pecado sobre la obediencia. Como no podía aceptar que muriéramos para siempre, eligió derramar su sangre, y morir en nuestro lugar. Él perdió su sangre en nuestro lugar para comprar el perdón de nuestros pecados y para expulsar estas toxinas venenosas. Perder un litro de sangre por otra persona es un regalo de sacrificio. Pero perder la vida por otra persona es amor verdadero.