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Mi nombre, Rafael Andrés Acosta Díaz, ese compuesto de muchos sistemas familiares, historias, herencias, dolores y alegrías, ese espacio de creación mutua de amor de dos seres que al imaginar ese compuesto, se pusieron de acuerdo para entregar amor, crecer como familia, unirse a una causa de educación y entregar lo mejor que pudieran para formar un ser acorde a sus expectativas. Mi nombre, como compuesto fundamental de identidad, por él me llaman, por él me ven, por él me reconocen, por él me amo y me enorgullezco que haya estado y continúe transcendiendo para ser visto y nombrado cada vez más acorde a quien soy en realidad.
Algo que queda como anclaje fuerte y determinante es la Autoconciencia y la Memoria, entendida la primera como esa capacidad de auto observarme, ser prudente y crítico para entender que soy un ser de sociedad, en constante creación, un ser capaz de entender que las diferencias hacen parte de la unidad, y la memoria, como esa herramienta vinculante del pasado que permite entender y diferenciar momentos de historias, de juicios fundados a momentos inventados por necesidad, de esa conciencia que de un pasado vivido existe un presente tranquilo y un futuro en construcción prometedor, asegurarse que el pasado fue el que fue, permite resignificar muchos dolores de vida ligados a verdades invisibles que solo generan dolor.