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Imaginémonos, además, un círculo sobre esta bola que esté en cualquiera de sus partes tan lejos de María cuanto de Lucía. Creo que este círculo -a lo que yo entiendo, por las opiniones de los astrólogos y por la de Alberto de la Magna en el libro De la naturaleza de los lugares y De las propiedades de los elementos, y aun por el testimonio de Lucano en su libro noveno -dividía esta tierra descubierta del mar Océano, allá en el Mediodía, casi por los límites del primer clima, donde están, entre otras gentes, los garamantas, que están casi siempre desnudos, a los cuales llegóse Catón con el pueblo de Roma huyendo del dominio de César.
Señalados estos tres lugares sobre esta bola, puede verse fácilmente cómo el sol gira en torno suyo. Digo, pues, que el cielo del sol da vueltas de Oriente a Occidente, no derechamente contra el movimiento diurno, es decir, del día y de la noche, sino torcidamente contrario. De modo que su medio círculo, que está por igual entre sus polos, en el cual está el cuerpo del sol, siega en dos partes opuestas el círculo de los dos primeros polos, a saber, en el principio del Aries y en el principio de la Libra; y de él parten dos arcos, uno hacia el Septentrión y otra hacia el Mediodía. Los puntos de los cuales arcos se alejan por igual del primer círculo por todas partes veintitrés grados, y uno de los puntos más; y uno de los puntos es el principio de Cáncer, y el otro es el principio de Capricornio. Por eso acaece que María ve en el principio del Aries, cuando el sol está bajo el medio círculo de los primeros polos, que el propio sol gira alrededor del mundo en torno a la tierra o al mar, como una muela, de la cual no aparece sino medio cuerpo; y que lo ve venir ascendiendo a guisa de tornillo de una tuerca, de tal modo que da noventa y una vueltas o poco más. Una vez dadas estas vueltas, su ascensión a María es casi tanta cuanta asciende en nosotros a la media tercia; que es igual del día y de la noche. Y si un hombre estuviese de pie en María y dirigiese siempre su vista al sol, le vería ir hacia la mano derecha. Luego por el mismo camino parece descender otras noventa y nueve vueltas o poco más, tanto que gira en torno a la tierra, o más bien al mar, no mostrándose del todo; y luego se esconde y comienza a verlo Lucía. Al cual ve subir y bajar en torno de sí con tantas vueltas cuantas ve María. Y si un hombre estuviese de pie en Lucía, siempre que volviese la cara hacia el sol, veríale caminar hacia su mano izquierda. Por lo cual puede verse que estos lugares tiene un día del año de seis meses y una noche de otro tanto tiempo; y cuando el uno tiene el día, el otro tiene la noche.