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Es menester, además, que el círculo donde están los garamantas, como se ha dicho, sobre esta bola, vea girar el sol sobre sí mismo, no a modo de muela, sino de rueda, de la cual no puede ver en parte alguna sino media, cuando está bajo el Aries. Y luego lo ve apartarse de él e ir hacia María noventa y un días y algo más y tornar a él por otro tanto; y luego, cuando ha vuelto, va bajo la Libra, y también se aparta, y va hacia Lucía noventa y un días y algo más, y en otros tantos vuelve. Y este lugar, que rodea toda la bola, siempre tiene iguales el día y la noche, ya vaya el sol hacia una u otra parte, y dos veces al año tiene el estío de un grandísimo calor y dos pequeños inviernos. Es menester, además, que los dos espacios que están en medio de las dos ciudades imaginadas, y el círculo del medio, vean el sol invariablemente, según están remotos o próximos a estos lugares; como ora, por lo que se ha dicho, puede ver quien tenga noble ingenio, al cual está bien dejar un poco de trabajo. Por la cual puede verse ahora que por la divina providencia el mundo está de tal suerte ordenado que, vuelta la esfera del sol y tornada a un punto, esta bola en que estamos, en cada parte de sí recibe tanto tiempo de luz cuanto de tinieblas. ¡Oh, inefable Sabiduría que tal ordenaste, cuán pobre es nuestra mente para comprenderte!