Читать книгу Don Quijote de la Mancha онлайн

114 страница из 162

y a hipócritas hermosuras,

que engañan al Amor mismo".

Desmentíla y enojóse;

volvió por ella su primo:

desafióme, y ya sabes

lo que yo hice y él hizo.

No te quiero yo a montón,

ni te pretendo y te sirvo

por lo de barraganía;

que más bueno es mi designio.

Coyundas tiene la Iglesia

que son lazadas de sirgo;

pon tú el cuello en la gamella;

verás como pongo el mío.

Donde no, desde aquí juro,

por el santo más bendito,

de no salir destas sierras

sino para capuchino.

Con esto dio el cabrero fin a su canto; y, aunque don Quijote le rogó que algo más cantase, no lo consintió Sancho Panza, porque estaba más para dormir que para oír canciones. Y ansí, dijo a su amo:

-Bien puede vuestra merced acomodarse desde luego adonde ha de posar esta noche, que el trabajo que estos buenos hombres tienen todo el día no permite que pasen las noches cantando.

-Ya te entiendo, Sancho -le respondió don Quijote-; que bien se me trasluce que las visitas del zaque piden más recompensa de sueño que de música.

Правообладателям