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pues la pena cruel que en mí se halla

para contalla pide nuevos modos.

De tanta confusión no las arenas

del padre Tajo oirán los tristes ecos,

ni del famoso Betis las olivas:

que allí se esparcirán mis duras penas

en altos riscos y en profundos huecos,

con muerta lengua y con palabras vivas;

o ya en escuros valles, o en esquivas

playas, desnudas de contrato humano,

o adonde el sol jamás mostró su lumbre,

o entre la venenosa muchedumbre

de fieras que alimenta el libio llano;

que, puesto que en los páramos desiertos

los ecos roncos de mi mal, inciertos,

suenen con tu rigor tan sin segundo,

por privilegio de mis cortos hados,

serán llevados por el ancho mundo.

Mata un desdén, atierra la paciencia,

o verdadera o falsa, una sospecha;

matan los celos con rigor más fuerte;

desconcierta la vida larga ausencia;

contra un temor de olvido no aprovecha

firme esperanza de dichosa suerte.

En todo hay cierta, inevitable muerte;

mas yo, ¡milagro nunca visto!, vivo

celoso, ausente, desdeñado y cierto

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