Читать книгу Reinventarse. Un camino en búsca del éxito онлайн

12 страница из 46

El escarabajo no pudo soportar la risa, soltó la carcajada y luego dijo: “Ni yo, con patas tan grandes, intentaría una empresa tan ambiciosa”.

El escarabajo se quedó en el suelo, tumbado de la risa, mientras la oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros. Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo a desistir. “¡Tú no lo lograrás jamás!”, le dijeron, pero en su interior había un impulso que lo obligaba a seguir.

Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir, con su último esfuerzo, un lugar donde pernoctar. Estaré mejor, fue lo último que dijo, y murió.

Todos los animales del valle, por días enteros, fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo. Había construido con su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba su refugio, digno de alguien que murió por querer realizar un sueño irrealizable.

Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos. De pronto quedaron atónitos. Aquella concha dura comenzó a resquebrajarse, y con asombro vieron unos ojos y una antena que no podía ser la de la oruga que todos creían muerta.

Правообладателям