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Para China, ingresar a ambos países era cosa fácil, un sencillo expediente de entrar a la región de ALC con contratos de infraestructura con un alto contenido proveniente de dicho país (fuerza laboral, equipos, etc.) y bajo contenido en cuanto a precauciones ambientales. Venezuela tiene pocos resultados que mostrar en conexión con los miles de millones en préstamos provenientes de bancos de desarrollo chinos. En su trabajo pionero sobre el «capital paciente», Stephen Kaplan encuentra que tanto en Venezuela como en Ecuador estos fueron préstamos de Estado a Estado otorgados por China sin transparencia ni condiciones. Algunos fueron contratos de «préstamos a cambio de petróleo», en cuyo cumplimiento ambos países se encuentran actualmente sumamente atrasados; en los dos países, los expresidentes derivaron otros préstamos de China a través de proyectos especiales que al presente son virtualmente imposibles de rastrear. Ecuador tiene por lo menos algunas carreteras y puentes para justificar sus préstamos de China. Pero también tiene la represa de Coca Codo, financiada por China al costo de US$ 19.000 millones, que ya es tristemente célebre por sus escándalos de corrupción y por ocasionar un corto circuito en la red eléctrica del país. El escenario general es de derroche de capital y corrupción. Trágicamente, ello no es nada nuevo en América Latina. Aunque, en Washington, Trump ha acusado a China de hacer caer a países en desarrollo en la trampa de la deuda, la situación en Venezuela es la inversa: a falta de condiciones, y con un terrible retraso en el pago de su deuda, Venezuela tiene a China atrapada como acreedora. La situación en Ecuador no es muy distinta.

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