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La examinación con lupa de los pliegues indica que se realizaron después de la pintura y la escritura: no hay signos de alteraciones en el flujo de tinta o de pintura que hubieran sido inevitables si el pincel o la pluma se hubieran aplicado sobre pliegues ya presentes en la hoja en blanco. Del mismo modo, no parece haber pliegues equivalentes en las guardas frontales (contraguarda y folios i-ii): estas muestran pliegues verticales que, sin embargo, no coinciden con los del bloque de texto principal, y sus ligeros toques de hendiduras horizontales parecen producto de una sedimentación suave contra el bloque de texto, en lugar de los efectos directos del plegado. La hoja de guarda temprana al final (folio 72) muestra aun menos signos de plegado, excepto quizás marcas de “simpatía” muy ligeras. Estas observaciones indican que el bloque de texto había sido doblado antes de que estas hojas finales fueran colocadas.
La evidencia de los pliegues puede ser considerada junto con la observación adicional de que las páginas fuera del bloque de texto del Códice mendocino, los folios 1r y 71v, son más marrones que las páginas interiores del manuscrito. Dicha decoloración se explica, naturalmente, debido a la ausencia de una cubierta o de cualquier otro tipo de hojas finales por un periodo considerable, es decir, sin ni siquiera una cubierta de pergamino blanda. Por lo tanto, en conclusión, parecería que el Códice mendocino sobrevivió desencuadernado durante un periodo de su historia temprana, y durante ese tiempo fue doblado bruscamente dos veces para formar un paquete pequeño. ¿Tal vez durante una incursión pirata?