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Luego empecé a darme cuenta a un nivel más profundo de que nuestra energía nos crea. No somos energías físicas, emocionales y espirituales apiladas unas sobre otras, como una matrioska. Empecé a notar con claridad que nuestra energía, nuestras emociones, nuestra naturaleza física y nuestro estado mental no solo estaban ligados, sino que eran inseparables. Somos energía. Somos conciencia.

No “contenemos” emociones en nuestra forma física, como si fuera un simple recipiente. Nuestro mundo —y lo que somos— es energía. Es la conciencia misma. Una parte de ella es más densa (como nuestro cuerpo físico) y otra no es nada densa (como nuestra naturaleza espiritual), pero toda es energía. Comencé a entender que nuestra energía nos crea y está en un continuo en el que nuestros cuerpos físicos y nuestras vidas son simplemente lo más denso o perceptible. La conciencia crea y forma todo lo que pensamos, hacemos y somos, incluido nuestro cuerpo físico. Nuestra energía nos crea y crea el mundo físico y, si la cambiamos, también cambiamos nuestro mundo.

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