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Antonio Muñoz Molina,

Subo por una calle, bajo por otra,

a través de un laberinto sin fin,

golpeando una y otra vez contra los barrotes de neón

de esa jaula que es la ciudad.

Daniel Keyes,

El pubis de mi novia también es poesía

Katatonia no ha podido sonar mejor en este momento, cada una de sus melodías me ha llegado. He pasado la crisis de la no escritura —porque llega el momento en que se manda todo al diablo y se pretende simplemente parasitar sobre la cama, creer que el mundo, fuera de casa, está llegando a su fin, y que la eliminación y autoeliminación ha acelerado su ritmo— y tras un baño, me he instalado frente a la pantalla a navegar, a ver qué encuentro de esperanzador o irritante en la internet.

La novelería de los cibernautas —de los cuales también algunos son escritores— es la de poseer un blog. Noemí ha insistido en que cree el mío y, a pesar de ser un opositor a la corriente de actualidad, he optado por hacerle caso:

http://quelamaldadproteja.blogspot.com/

Ha reído con el nombre del espacio y luego soltado varias sugerencias de cambio, entre otros nombres cargados de diminutivos que no tomé en consideración, por ridículos:

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