Читать книгу ¿A dónde van las estrellas cuando mueren? онлайн

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La Luna asoma en el este por un horizonte invisible; partida exactamente por la mitad y de color naranja. Debe de ser ya más de medianoche, maldita sea. Esto es una locura o una genialidad.

Se me ocurre ahora que la Luna no va a ayudarme mucho en toda esta «genialidad» mía. ¿No es así, Luna? Cada noche vas a estar saliendo más tarde y más pequeña. Pues oye bien: ni falta que me haces.

Mirándola de nuevo me sonsaca una sonrisa. Es esa sonrisa maliciosa sin haber hecho nada malo, aún; esa sonrisa de «hoy cierran los colegios porque está nevando», de «mañana me voy de acampada sin mis padres por primera vez en la vida».

¿Se puede leer con los ojos cerrados? Sería perfecto para poder imaginarme aquí, sentado en una hamaca bajo las estrellas, con las piernas cruzadas, y con un lápiz en la mano y una libreta esperando a ser atiborrada hasta la última de sus páginas. El olor es el del mar abierto, y el sonido es el de las olas y el crujir de la madera, que apenas alcanzan a enmudecer los ronquidos de más de una decena de piratas, hombres y mujeres, que duermen en las salas inferiores.

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