Читать книгу ¿A dónde van las estrellas cuando mueren? онлайн

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Me pareció que susurraban muy bajito, como suaves ecos que resonaban en mi cabeza. Hasta tuve que detenerme para oírlas bien. Y juro por mis cinco sentidos que me estaban pidiendo, por favor, que escribiera sobre ellas: su vida. Así de claro.

A la mañana siguiente, por supuesto, no lo tenía yo tan claro, y al final acabé ignorándolo por completo durante algunos años, hasta que hace no mucho las estrellas volvieron a acentuar su parpadeo y regresaron los susurros, los ecos, las súplicas. Por falta de tiempo, o tal vez por incredulidad, quise volver a hacer oídos sordos, pero esta vez no funcionó: las estrellas empezaron a gritar más fuerte y con mayor insistencia, y empezaron los dolores de cabeza y las noches con la cabeza bajo la almohada y con las persianas completamente cerradas para que no entrara el más mínimo atisbo de su luz. Me estaba volviendo loco.

Hasta que, simple y llanamente, me rendí.

Ahora, en el silencio de la madrugada, salvo por el seseo del Mediterráneo y el crujir de la Rasalhague, me parece poder oírlas algo más calmadas, como si estuvieran susurrando algo entre ellas; y espero poder tranquilizarlas pronto, pues aquí tendré muchísimo tiempo para escribir. Por eso me embarqué.

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