Читать книгу ¿A dónde van las estrellas cuando mueren? онлайн

8 страница из 35

—No verás otro timón como el de la Rasalhague. Fue tallado durante seis semanas y seis días para ser manejado solo por una persona con seis dedos en cada mano.

Boon ha concluido tosiendo desagradablemente junto a mi oreja. Y no sé si eso del timón tiene algún sentido o acaso los meses en alta mar acaban volviendo a uno chiflado —aunque puede que eso case bien con todo el asunto este de las estrellas que me hablan—, pero confieso que Boon me ha dado un poco de yuyu. Tiene tanta o más pinta de pirata de cuento como la tiene Carla: con un tatuaje de una serpiente en su antebrazo izquierdo que sube desde su muñeca hasta la parte interior de su codo, y una cicatriz blanca que le cruza la cara desde la parte derecha de la frente, por el entrecejo, hasta la mejilla izquierda. Vaya, que sí, que un poco de miedito sí que me ha dado.


Una última cosa que debo decir es que aquí todo el mundo tiene un apodo, así que pienso que me tendré que buscar uno yo también. Un día en cubierta me ha bastado para aprendérmelos todos, aunque aún no sé bien quién es quién. Trece en total: Boon, Catalejo, Garfio, Jarana, Largo, Lobo, Navaja, Pala, Sangre, Sable, Seisdedos, Timple y Vudú.

Правообладателям