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Las presuposiciones son peligrosas. Moldean la manera en que vemos el mundo a nuestro alrededor. A veces, si nuestras presuposiciones son defectuosas, desequilibradas o desinformadas, pensamos cosas que simplemente no funcionan. E inclusive podemos llegar a defender ideas completamente irracionales.

Piensa en el programa de televisión Cámara oculta. El propósito del programa es lograr que cualquier persona al azar haga cosas absolutamente ridículas, capturadas por una cámara oculta para nuestro deleite. El programa es divertidísimo porque los actores consiguen que los participantes hagan las cosas más ridículas pero consideran el comportamiento de tal modo que los participantes son compelidos a realizar sus acciones de una forma natural y mecánica.

Por ejemplo, le podrían pedir a alguien que está caminando por una calle transitada que toque una bocina antigua de bicicleta (como las que usan los payasos) cada vez que alguien pasa a su lado sin mirar al participante. Sorprendentemente, el personal del programa encuentra que hay personas que están dispuestas a hacerlo. Y cada vez que un transeúnte inocente no hace contacto visual con la persona encargada de tocar la bocina el ruido molesto los asusta y obliga a hacer contacto visual, e incluso a veces los lleva a desarrollar una conversación animada. Aún más sorprendente es que cuanto más irracional el comportamiento de la víctima ingenua, más intenta defenderse. Esencialmente, lo anormal se vuelve normal simplemente por la repetición mecánica. Esto ilustra que siempre hay presuposiciones tácitas que orientan (o mal orientan) nuestro comportamiento.

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