Читать книгу Conflicto cósmico. Acontecimientos que cambiarán su futuro онлайн

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Según la Palabra de Dios, el Espíritu Santo debía continuar su obra por todo el período de la dispensación cristiana. Durante las épocas en que las Escrituras, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento, eran entregadas a la circulación, el Espíritu Santo no dejó de comunicar luz a personas aisladas, además de las revelaciones que debían ser incorporadas en el Sagrado Canon. La Biblia misma da cuenta de cómo, por intermedio del Espíritu Santo, ciertos hombres recibieron advertencias, censuras, consejos e instrucciones que no se referían en nada a lo dado en las Escrituras. También habla de profetas que vivieron en diferentes épocas, pero sin hacer mención alguna de sus declaraciones. Asimismo, una vez cerrado el canon de las Escrituras, el Espíritu Santo debía llevar adelante su obra de esclarecimiento, amonestación y consuelo en bien de los hijos de Dios.

Jesús prometió a sus discípulos: “El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho... Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad... y os hará saber las cosas que habrán de venir” (S. Juan 14:26; 16:13). Las Sagradas Escrituras enseñan claramente que estas promesas, lejos de limitarse a los días apostólicos, se extienden a la iglesia de Cristo en todas las edades. El Salvador asegura a los discípulos: “Estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (S. Mateo 28:20). San Pablo declara que los dones y las manifestaciones del Espíritu fueron dados a la iglesia “para el perfeccionamiento de los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo: hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado del hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:12, 13, VM).

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