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Ian G. Barbour también expresó: “Los ‘virtuosos’, así como se hacían llamar los científicos de la segunda mitad del siglo XVII, eran hombres religiosos, principalmente de trasfondo puritano. La Carta de la Sociedad Real instruía a sus colegas a dirigir sus estudios ‘para la gloria de Dios y en beneficio de la raza humana’. Robert Boyle dijo que la ciencia es una tarea religiosa, ‘el descubrimiento de la obra que Dios ha desplegado en el Universo’. Newton creía que el Universo da testimonio de un Creador Todopoderoso”.27

Aunque se han peleado algunas batallas (ver capítulo 2), la visión común de la ciencia en constante conflicto ha sido bastante exagerada. Colin A Russel escribió: “La noción de hostilidad mutua [entre la ciencia y la religión] ha sido empleada en la cotidianeidad en los escritos de la ciencia popular, por los medios de comunicación y en algunas otras pocas historias de la ciencia. Profundamente arraigada en la cultura de Occidente, ha sido difícil de quitar. Recién en los últimos treinta años del siglo XX los historiadores de la ciencia lanzaron un ataque sostenido a la tesis, y gradualmente un público más amplio comenzó a reconocer sus deficiencias”.28

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