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Los científicos y los ingenieros debaten sobre dos opciones. Una de ellas es hacer que la nave dé la vuelta inmediatamente, prenda los motores y se dirija a la Tierra. Otros argumentan que este “aborto directo” consumirá demasiada energía y que la nave y los hombres en ella morirían en el espacio. La segunda opción, una “trayectoria libre”, es que la nave orbite la Luna y así, cuando llegue al otro lado, según lo que dice Kranz, la gravedad de la Luna ejercería una “asistencia gravitatoria” que traería la nave espacial de regreso a la Tierra. Esta excursión por detrás de la Luna, junto con un impulso del motor del módulo Lunar, proporcionaría la energía necesaria.

La NASA opta por la segunda opción: usar la gravedad de la Luna para catapultar a los hombres en dirección a la Tierra.

¡Y adivinen qué!

Funcionó. Funcionó, aunque la ciencia detrás del rescate había sido formulada antes de que Wilbur y Orville Wright volaran; de que los médicos se lavaran las manos para las cirugías; de que se inventaran la pluma estilográfica, la bombilla incandescente de luz y las estampillas postales. La ciencia es la física, específicamente la ley de la gravedad que Isaac Newton desarrolló en su obra Philosophic naturalis principia mathematics (Principios matemáticos de la filosofía natural), publicada en 1687.1 Luego de orbitar alrededor de la Luna, Tom Hanks, quien interpreta al comandante Jim Lovell, dice: “Acabamos de poner al señor Isaac Newton en el asiento del conductor”. Si la NASA pudiera haber transportado a Newton hasta 1970, si lo hubieran sentado en una sala y le hubieran dado una hoja en blanco, un lápiz y algunas variables, él les habría dicho qué hacer basado en lo que escribió en su obra.

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