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“Tanto en el trabajo de filósofos profesionales como en los escritos populares de científicos naturales”, escribió el biólogo Austin L. Hughes, “con frecuencia se declara que la ciencia natural constituye, o pronto lo hará, el dominio completo de la verdad”.3

Alex Rosenberg definió el cientifismo como “la convicción de que los métodos de la ciencia son la única manera confiable de asegurar el conocimiento de cualquier cosa”.4

Como el erudito Bertrand Russell lo había dicho en el siglo anterior: “Lo que la ciencia no puede decirnos, la humanidad no puede saberlo”.5

O como escribió John Loftus: “Lo único en lo que deberíamos y podemos confiar es la ciencia. La ciencia por sí sola produce excelentes resultados consistentes, que no se pueden negar y que continuamente pasan por nuevas pruebas para su validación”.6

El Principia fue, sin dudas, un logro fenomenal de la “filosofía natural” (philosophic naturalis), o de lo que desde mediados del 1800 se denomina “ciencia”.

Pero ¿acaso el éxito de la física de Newton prueba que la ciencia es la mejor manera de encontrar la verdad? Esa conclusión puede sonar razonable, en especial a la luz de los muchos logros científicos, pero no es necesariamente verdadera, y la formulación de la Ley de la Gravedad de Newton ejemplifica por qué.

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