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Pero esta mala conducta de los medios, contraria a lo que dispone el artículo 14, in fine, de nuestra Constitución sobre la colaboración que deben brindar en la educación y en la formación moral y cultural de los ciudadanos, no puede hacernos olvidar que en una democracia no es aceptable la censura y, por lo tanto, toda regulación debe cuidarse de no impedir el ejercicio de las libertades básicas de información y de expresión, más aún cuando está comprobado que, con todos sus defectos y limitaciones, los medios de comunicación libres son siempre mejores que los controlados por el Estado.

Ahora bien, en esta materia el poder de los anunciantes —pues los medios viven de la publicidad y de la propaganda— se ha incrementado muchísimo durante las últimas décadas, y ellos apoyan a aquellos partidos que protegen sus intereses. Algunos países —sin duda, la excepción— han podido superar esta situación mediante la autorregulación y medios plurales de propiedad estatal. Como tendremos ocasión de ver, la importancia de las nuevas tecnologías y de las redes ha menguado en cierta medida el poder de los medios de comunicación de masas tradicionales.

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