Читать книгу Cosas que no creeríais. Una vindicación del cine clásico norteamericano онлайн

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Lo que nos lleva a la que casi unánimemente se considera la mejor y más compleja película de Wilder: Con faldas y a lo loco. En cierto modo, su planteamiento es el mismo que el de Bésame, tonto, pero a la inversa: no estamos ahora ante personajes pretendidamente respetables que, en un momento dado, se saltan los fundamentos de esa respetabilidad, sino ante gentecilla avezada en las artes de la mala vida que, en un momento dado, ceden a un romanticismo tan desaforado —o fuera de lugar, dadas las circunstancias— como exento de ejemplaridad. Que una torpe y borracha cantante de orquesta femenina se enamore de un saxofonista sin recursos que se ha travestido para huir de la Mafia, y que, al hacerlo, renuncie a sus pretensiones de atrapar a un millonario, no resulta precisamente sensato ni tranquilizador. Con esta última y disparatada insensatez, esta chica vulnerable no hace otra cosa que ponerse en manos del destino. Tal vez ése sea el sentido de la muy citada y pocas veces analizada frase final: cuando el también travestido personaje de Jack Lemon, que se ha prestado a mantener el juego de engaños para que su amigo haga progresos con la chica, confiesa al millonario al que distrae que no es una mujer, y éste exclama: “Nadie es perfecto”, la situación pasa a la esfera de lo absurdo (o lo inaceptable para la moral de entonces, si insistimos en ver en ello un poco probable guiño homosexual). Aplica Wilder a la situación una conocida figura retórica: la hipálage. Recordemos el conocido verso de Virgilio que suele citarse como ejemplo: “Ibant obscuri sola sub nocte per umbram” (“Iban oscuros bajo la solitaria noche por la sombra”), en el que los adjetivos correspondientes a la noche (“oscura”) y a los transeúntes (“solos”) han sido trastocados para conseguir un efecto de continuidad, de porosidad, entre órdenes de realidad distintos. Eso es, precisamente, lo que resulta del golpe de ingenio —casual, ha afirmado siempre Wilder— con el que se cierra la película: el hecho de no ser perfecto se refiere, por vía de la atenuación sarcástica, a la imposible relación entre Lemon y el millonario; pero corresponde, más bien, a la que acaba de establecerse entre la bella y el no feo saxofonista, arrojados al abismo de lo imprevisible tras la renuncia a los planes propios en los que cada uno de ellos cifraba su supervivencia.


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