Читать книгу Experiencias pedagógicas en pandemia онлайн

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El coronavirus ha cambiado el mundo y, de aquí en más, todo será diferente. ¿Mejor? ¿Peor? ¿Todo se fue cayendo? ¿O todo se fue acomodando? ¿Nos encontramos frente a la generación que transformó la educación? Estamos ante nuevas relaciones entre familia y escuela. Tradicionalmente la función básica de la familia fue la crianza y la función de la escuela fue la instrucción, y en las distintas épocas se mantuvieron más bien constantes. Hoy dichas relaciones se funden, se transforman, se solapan: la familia se encuentra con la obligación de criar e instruir, colaborando con una escuela que llegó a golpear las puertas del hogar.

Si bien existen consensos acerca de que la educación remota nunca podrá reemplazar el aula presencial, emergió repentinamente la necesidad de reinventar recursos y redistribuir roles y funciones. La educación a distancia, en algunos casos virtual y en otros radial, televisiva o impresa en formato de cuadernillos, ocupa hoy un lugar esencial en los hogares de miles de niñas, niños y jóvenes, asignando así un nuevo rol de alumna, alumno, estudiante y un nuevo rol docente: trabajar con los sentidos, especialmente la vista y el oído, dejando en suspenso el olfato, el gusto y el tacto. Nos conectamos con nuestros estudiantes a través de ellos, tecnología mediante en el mejor de los casos. ¡Qué lejos fueron quedando esas posibilidades de “tocar al otro”, “oler al otro”! Si la escuela o la universidad eran lugares para estar juntos, para mirarse, para tocarse, para interactuar en una situación de copresencia, por el momento dejó de serlo, quedó en suspenso. Si eran sitios donde la niña, el niño o joven se aislaban de lo que pasaba fuera, adentrándose en una dimensión diferente, sobre todo cuando el entorno del hogar no fuera el apropiado, ya no lo es.

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