Читать книгу Mercados del lujo, mercados del arte. El gusto de las elites mediterráneas en los siglos CIV y XV онлайн

64 страница из 265

Ocurre lo contrario con Alfonso el Magnánimo. Aunque la historiografía ha insistido tradicionalmente en su adhesión estética a los postulados del Renacimiento y a la obra de los artistas flamencos, en particular la de Jean van Eyck, lo cierto es que también admiró el gótico internacional. El rey es bifronte en lo artístico y, a nuestros ojos, esta cualidad le confiere una gran modernidad como promotor puesto que por encima de los movimientos pondera la calidad de las obras.ssss1 Incluso resulta significativa su confianza estética en el arzobispo de Zaragoza, Dalmau de Mur, en quien delegó la adquisición de los libros iluminados de una biblioteca barcelonesa. Es conocido el amor del monarca por los libros y la atención puesta en la biblioteca que instaló en el Castelnuovo, su residencia napolitana. Atento a las subastas de bienes de otros bibliófilos, en 1433 encargó al prelado zaragozano seleccionar los millors e pus bells llibres que habían pertenecido a Bernat d’Esplugues.ssss1 Cuando el rey envió a Barcelona a su bibliotecario, Jaume Torres, en 1455 para adquirir nuevos ejemplares, encargó de nuevo al prelado que le ayudara en esta tarea. Hay que presuponer que le correspondía elegir los códices iluminados, aquellos que se integrarían en la colección real más por su belleza que por su contenido textual.ssss1

Правообладателям