Читать книгу Mercados del lujo, mercados del arte. El gusto de las elites mediterráneas en los siglos CIV y XV онлайн

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Los comentarios que vierten los clientes sobre los artistas a menudo son recurrentes y convencionales, pero en ocasiones delatan una profunda admiración. Un documento de la cancillería real describe en estos términos al pintor Alfonso de Córdoba, vinculado a los proyectos artísticos del efí-mero monarca, Pedro de Portugal: Pictor noster […] acutissimum ingenium plurium dilectus.ssss1 El espíritu del párrafo es parejo al que hallamos en un documento enviado por el príncipe Fernando a su padre, Juan II de Aragón, en 1478, donde se etiqueta como «muy perfetto maestro e en los regnos e tierras de vuestra alteza no se sabe haya par el qual embellesce este regno de sus obras» a maestro Ans, el escultor de origen alemán radicado por entonces en Zaragoza, donde dirigía la obra del retablo mayor de la catedral.ssss1

En contraste con la retórica de la cancillería real, otros documentos recurren a los términos apte y subtilssss1 para subrayar la calidad de los artistas o sus trabajos. Ambos epítetos se aplican a artífices cualificados, pero también a otros en los que tal componente es más cuestionable. Es lo que sucede con el escultor Jordi de Déu de quien el rey Pedro el Ceremonioso habla en un documento de 1379 en estos términos: Com sapiam bé que en aqueixes partides no ha persona tan abta a fer les dites tombes com Jordi.ssss1 En ocasiones el monarca parece hacerse eco de un reconocimiento acreditado por otros: lo qual nos han loat per bon mestre, afirma al encargar a un pintor morellano un retablo para Tortosa en 1382.ssss1 En la Corona de Aragón es más excepcional el clarisimus asignado en una más que probable fuente epigráfica a Francesc, el hijo de Lluís Borrassà, pintor como su padre, en 1411.ssss1 Tampoco resulta común que se evalúe como expertissimum in artificio imaginario a un escultor activo en Barcelona durante la segunda mitad del XV.ssss1

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