Читать книгу Mercados del lujo, mercados del arte. El gusto de las elites mediterráneas en los siglos CIV y XV онлайн
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La vinculación laboral de los artistas a los clientes de calidad les reportó un innegable prestigio. Sucede con la monarquía. El pintor y miniaturista Ferrer Bassa, fue monopolizado casi en exclusiva por el rey Pedro el Ceremonioso y por su padre, Alfonso el Benigno, en la etapa inicial de su carrera. Dada la naturaleza de los encargos (realizó buena parte de los retablos que debían presidir las capillas de las residencias que poseía el monarca en sus estados) el lenguaje de Bassa fue conocido en Aragón, en Catalunya, en Valencia en Mallorca y en los territorios privativos, al norte de los Pirineos, puesto que uno de estos muebles se destinó al castillo de Perpiñán. Probablemente los encargos que se le hacen al pintor más allá de la esfera áulica tengan que ver con el prestigio que para estos clientes supuso vincular a sus propios proyectos al pintor del rey. La calidad pictórica de Bassa está fuera de duda, pero para el noble Ot de Montcada († 1341) pudo ser igualmente importante la cuestión que tratamos. En la catedral de Lleida impulsaba un proyecto funerario sin parangón en la Catalunya de entonces y contar con el artífice para la ejecución de los tres retablos que debían de presidir este espacio privativo añadía solvencia a la empresa. Ot, emparentado directamente con la monarquía a través de su hermana Elisenda de Montcada,ssss1 recurría al pintor áulico por excelencia para dar forma a su proyecto dinástico.ssss1 Por entonces, Pedro el Ceremonioso había encargado al pintor el retablo para la capilla del castillo real, contiguo a la catedral.ssss1