Читать книгу Como una red. Sermones de Vicent Ferrer онлайн

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Al otro extremo de los dos santos, y separadas por un espacio abierto que marca una clara brecha o división entre los dos grupos y permite extender la mirada en perspectiva hacia una distante puerta almenada, hay dos damas sentadas, totalmente ajenas a la acción de los dos hombres. Una de ellas, la más atractiva, es rubia; lleva un provocador vestido rojo que descubre y resalta la delicadeza de su seno. Con una mano sostiene un espejo, reflejo de su belleza, mientras que con la otra peina, con un peine dorado, el cabello, señuelo y símbolo de su seductora disponibilidad. La segunda mujer, de ropas menos llamativas, que hacen resaltar el rojo detonante del bolsón de dinero que mantiene a la altura del pecho, acaricia o cuenta las monedas desparramadas en su regazo. Detrás de ella asoma la cabeza, tocada a la morisca, de una tercera mujer, más vieja, de pelo hirsuto, con una mejilla llena de verrugas.

No hay duda del carácter religioso de la pintura, ya de antemano confirmado por lo representado en el plano celestial, donde destaca, en el centro, dentro de una bola encendida de fuego, la figura amenazadora de Cristo, empuñando tres dardos en la mano derecha, dirigidos contra la ciudad, en la que tiene fija su mirada. Su cuerpo, desnudo hasta la cintura para evocar los sufrimientos de su humanidad, pasión y muerte redentora, lleva los hombros cubiertos por una capa roja también flameante, que recuerda el poder y la gloria de su triunfante resurrección. Las cabezas aladas de tres querubes marcan la frontera del espacio etéreo, por encima de unas nubes que parecen de algodón en rama. Complementan esta visión tripartita, en el ángulo derecho la figura de María, con las manos juntas y en posición de suplicar a su hijo, acompañada de un séquito de ángeles y, en el ángulo opuesto, más figuras angélicas, en la misma postura orante.


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