Читать книгу Los profesores de Segunda Enseñanza en la Guerra Civil. Republicanos, franquistas y en la "zona gris" en el País Valenciano (1936-1950) онлайн

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Numerosos testimonios cuentan que estaban en Madrid esos días del mes de julio, convocados a unas oposiciones que se iban a celebrar el 3 de agosto. El Gobierno de la República había puesto en marcha un ambicioso plan de construcciones escolares y en paralelo un incremento sustancial de las plantillas del profesorado de Enseñanza Primaria y Secundaria. En esas fechas, la mayoría de los que se iban a presentar a los exámenes eran cursillistas de 19339 que tenían que consolidar sus plazas, aunque ya llevaban tres años ejerciendo de profesores encargados de curso, pero también había muchos catedráticos que habían sido llamados para constituir los tribunales. La insólita situación fruto de los acontecimientos les impidió la vuelta a sus lugares de origen, en el caso de ser provincias que habían caído en manos de los sublevados. Ese fue el caso de Sevilla, donde los seis bandos de guerra de Queipo de Llano, en los días siguientes al 18 de julio, dieron lugar a grandes matanzas de las que lograron escapar dos profesoras del Instituto-Escuela por no encontrarse en la ciudad en esas fechas. María Rosario Montoya y Adela Gil Crespo trabajaban en el emblemático instituto –heredero de la tradición pedagógica de la Institución Libre de Enseñanza– y unos días antes habían abandonado la capital para pasar el verano en Madrid. La primera, profesora de Ciencias Naturales en el instituto y auxiliar del profesor Pedro Castro Barea en la Universidad de Sevilla, era cursillista del 33, y como otros muchos a los que el golpe los sorprendió estudiando había venido para presentarse a las oposiciones. Su marido, Juan Caballero Moreno, era falangista desde 1933 y es de suponer que se sumó a la represión sevillana. Ella permaneció en zona republicana toda la contienda y fue evacuada con sus dos hijos de 7 y 19 meses a Requena, donde ejerció de comisaria-directora del instituto durante los años de la guerra.10 La otra docente del Instituto-Escuela sevillano, Adela Gil Crespo, profesora de trabajos manuales desde 1934 y al mismo tiempo estudiante en la Universidad hispalense, tuvo suerte de que los bandos de Queipo de Llano la sorprendieran en Madrid, de otro modo, de haber permanecido en ese instituto, que el gobernador civil de Sevilla calificó de «gran foco de sectarismo antirreligioso disuelto por las autoridades nacionales a los pocos días del Glorioso Movimiento Nacional»,11 y dada su manifiesta ideología izquierdista, podría haber corrido peligro.12 En cualquier caso, la estancia temporal en Madrid para opositar no fue una tabla de salvación para todos, hubo algunos profesores para los que significó lo contrario. Fernando Cámara Niño, catedrático de Historia Natural del instituto de Alcoi, fue detenido el 29 de agosto y encarcelado en el número 9 de la calle Fomento. Días después, acusado de ser miembro de las Juventudes Católicas de Alcoi, acabó en la cárcel de Porlier.13 En Madrid estaban también esos días algunos catedráticos que habían ido a examinar en los tribunales de oposiciones. El catedrático de Geografía e Historia del instituto de Alicante, José Lafuente Vidal, y el de Francés de Oviedo, Gonzalo Suárez Gómez, se encontraban circunstancialmente en la capital. Según cuenta el hijo de este último, el director de cine Gonzalo Suárez: «Los sucesos del cuartel de la Montaña nos pillaron en Madrid, donde mi padre impartía cursillos para profesores de Francés».14 El terrible verano de 1936 lo pasaron muchos docentes en Madrid soportando los bombardeos. «La ciudad comienza a sentir los devastadores efectos de la artillería fascista. En las proximidades de la casa donde vivimos caen varios obuses. Menudean también las visitas de la aviación. Ya no se puede atravesar el parque del Oeste…», anotaba con paciencia el catedrático Gonzalo Suárez, en el diario donde reflejaba con absoluta minuciosidad, ajeno al derrumbamiento del orden establecido, los progresos de su pequeño hijo desde su nacimiento en Oviedo, en 1934, en plena Revolución de Asturias. Estaba a la espera de que le fuese asignado destino en un instituto de la zona leal a la República.

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