Читать книгу El joven Pierre Vilar, 1924-1939. Las lecciones de historia онлайн

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Dejemos que sean los especialistas en la memoria los que diriman hasta qué punto el fenómeno de la literalidad de los recuerdos de Vilar es un caso excepcional o no. Personalmente, como cómplice intelectual del libro de 1995, celebro que las cartas del joven Vilar nos hayan permitido someter las reflexiones autobiográficas del viejo Vilar a una especie de detector de falsos recuerdos. El lector de este libro tiene a su disposición realizar la prueba.

He dicho que, en la confección de este libro, mi papel ha sido pequeño. Quiero acabar esta introducción con algunos datos personales que lo expliquen. Comencé a leer a Pierre Vilar en 1974, cuando tenía 17 años, antes de que muriese Franco, y cuando estaba dudando entre estudiar Historia o Sociología. Tuve la suerte de conocerlo personalmente en 1988 y ahora, en 2016, quiero agradecer de todo corazón a Jean y Sylvia Vilar, testigos de la amistad y complicidad intelectual que nos unieron desde aquel año hasta 2003, año de su muerte, que me abriesen también los archivos personales y familiares. No quiero esconder la importancia que ha tenido en el diseño de este libro el convencimiento –fruto en parte de aquella relación personal– de que los documentos de Pierre Vilar analizados en este libro fueron escritos –casi como una característica de su personalidad– desde la sinceridad y la honestidad. Confío en que la lectura de los fragmentos reproducidos en el libro avale suficientemente esta impresión. Porque ha sido este convencimiento lo que hace que este estudio, que también quiere ser honesto y sincero, y por eso quiero dejar clara aquí mi posición, resulte especialmente ambicioso. En el sentido de que no quiere limitarse a conocer mejor la vida del biografiado, sino que quiere rastrear sus reflexiones en su proceso de formación y, en definitiva, la génesis intelectual del conjunto de su obra. Y es evidente que un planteamiento de este tipo solo se puede sostener si consideramos sinceras y honestas sus palabras. He procurado reunir el máximo de pruebas para que la complicidad intelectual con Pierre Vilar exhibida pero también, en cierta manera, requerida –por la autora al lector– no pueda ser nunca percibida como un simple brindis al sol. Serán los lectores los que juzgarán, al acabar el libro, si los esfuerzos han valido la pena.


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