Читать книгу De mujeres y partos. Matronas y cambio social en la segunda mitad del siglo XX онлайн

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El uso de fuentes orales requiere, como hacemos con las fuentes primarias tradicionales, una aproximación crítica. Lo que una informante nos dice no tiene porqué aceptarse, necesariamente, como aquello que podríamos llamar la realidad histórica (si es que hay una única realidad histórica), y no por una voluntad dolosa o simplemente de engaño por parte del testigo, sino porque sabemos que la memoria humana es frágil, sabemos que es selectiva y, por ello, parcial e interesada (Alcàzar, 1994, pp. 234-235).

Cierto es, como afirmara Paul Thompson en su obra más reconocida (Thompson, 1998), que la duda respecto a la fiabilidad de la fuente también puede extenderse a las fuentes escritas que encontramos en el archivo clásico, especialmente en cuanto hace a aquello de la parcialidad o al interés inconfesable. También, como sabemos, las fuentes gráficas, por ejemplo, han podido ser manipuladas, pero esto no ha de servirnos de consuelo o de coartada a quienes somos partidarias de la fuente oral. Lo bien cierto es que el trabajo con este tipo de fuentes permite democratizar la propia historia haciendo participar a las personas en la construcción del discurso y nos ayuda como historiadoras a conocer y comprender situaciones insuficientemente estudiadas.


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