Читать книгу La conquista de la identidad. México y España, 1521-1910 онлайн
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¿Cómo se transformó en tan poderoso aquel monarca austrocastellano?, ¿de dónde tanto boato?, ¿de dónde tanta plata, general de banda y pluma, tercios viejos, galeras y galeones, flotas y convoyes?, ¿de dónde? Seguramente, dirían algunos, que de las entrañas de la pródiga Castilla, sí, buenas rentas las de aquellas tierras ricas y fértiles todavía en el xvii. ¿Quizá de la rica Italia?, rica sí, pero demandante de un esfuerzo bélico y financiero tenaz para sostenerla. ¿De dónde entonces? Sin duda, los Austrias se pavoneaban por el mundo por mor de las riquezas de los nuevos reinos indianos occidentales, de Nueva España y de Perú, de Zacatecas y Potosí, de Acapulco y Manila, de las Indias, en suma. De su comercio y de sus metales, de ellos y del valor de la maquinaria militar y diplomática que con ellos se sustentaba y que gracias a ese ingente flujo de metal y de numerario lograba Madrid engrasar con asiduidad el violento aleteo del águila bicéfala; con ellos maniobraban a la perfección los cuadros firmes, disciplinados y feroces de los tercios italianos, tudescos y españoles en toda Europa, por esa riqueza las flotas hispánicas surcaban con aplomo y éxito el Mediterráneo, el Atlántico y el Pacífico, y gracias al comercio de la primera globalización económica panhispánica se vinculaban mercancías, compradores y vendedores de Milán con Flandes, de Nápoles con Barcelona, de Manila y Acapulco con Amberes, de Santiago de Chile con Cartagena de Indias y esta con Sevilla, Burgos o Bruselas3. Felipe IV creyó reinar, seguramente con sinceridad, por designio de Dios, pero sin duda lo logró con el apoyo más terrenal del mineral potosino y novohispano; gobernó gracias al sudor y los méritos de los castellanos y de sus aliados indígenas de ultramar que un siglo atrás, antes que nadie, dieron más tierra a la corona que mil cruzadas, que mil encamisadas y contraminas en Flandes, que cien victorias pírricas en Italia o que un puñado de batallas navales contra la Sublime Puerta. Por sabido se calla, el poder de la monarquía residía en las rentas de América por mor de su conquista e incorporación a Castilla.