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ALCIBÍADES. —Eso me parece evidente.
SÓCRATES. —Es máxima segura que el espíritu siempre está fluctuante e incierto sobre lo que ignora.
ALCIBÍADES. —No puede ser de otra manera.
SÓCRATES. —Pero, dime, ¿sabes cómo podrías subir al cielo?
ALCIBÍADES. —No, ¡por Zeus!, te lo juro.
SÓCRATES. —¿Y tu espíritu está fluctuante sobre esto?
ALCIBÍADES. —Nada de eso.
SÓCRATES. —¿Sabes la razón, o quieres que te la diga?
ALCIBÍADES. —Dila.
SÓCRATES. —Es, querido mío, que al no saber el medio de subir al cielo, no crees saberlo.
ALCIBÍADES. —¿Qué dices?
SÓCRATES. —Examinemos este punto. Cuando ignoras una cosa y sabes que la ignoras, ¿estás incierto y fluctuante sobre esta misma cosa? Por ejemplo, ¿no sabes que ignoras el arte de preparar las viandas?
ALCIBÍADES. —Sí.
SÓCRATES. —¿Te complaces en razonar sobre la manera de prepararlas, y hablas de ellas tan pronto de una manera, tan pronto de otra? ¿No dejas obrar al cocinero, que es a quien corresponde?
ALCIBÍADES. —Dices verdad.
SÓCRATES. —Y si estuvieses a bordo de un buque, ¿te mezclarías en dar tu dictamen sobre el movimiento del timón, si había de ser a la izquierda o a la derecha? Ignorando el arte de navegar, ¿dirías tan pronto una cosa, tan pronto otra, o dejarías más bien gobernar al piloto?