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ALCIBÍADES. —¿Cómo?

SÓCRATES. —Primeramente, ¿cuál de estas dos cosas te daría más cuidado: formarte de estos hombres una idea que te los haga temibles, o tomarlos por hombres de quienes nada tienes que temer?

ALCIBÍADES. —Sin dudar, prefiero formar una gran idea de ellos.

SÓCRATES. —¿Crees que será un mal para ti el tener cuidado de ti mismo?

ALCIBÍADES. —Por el contrario, estoy persuadido de que sería un gran bien.

SÓCRATES. —De esa manera la opinión que has formado de tus enemigos es ya un gran mal.

ALCIBÍADES. —Lo confieso.

SÓCRATES. —Además es falsa, y puedo hacértelo ver.

ALCIBÍADES. —¿Cómo?

SÓCRATES. —¿Qué hombres piensas que son los mejores, los de alto, o los de bajo nacimiento?

ALCIBÍADES. —Los de alto nacimiento, evidentemente.

SÓCRATES. —Y los que a este gran nacimiento han unido una buena educación, ¿no crees que tienen todo lo necesario para la perfección de la virtud?

ALCIBÍADES. —Eso es indudable.

SÓCRATES. —Comparando, pues, nuestra condición a la suya, veamos en primer lugar, si los reyes de Lacedemonia y el rey de Persia son de nacimiento inferior al nuestro. ¿No sabemos que los primeros descienden de Heracles, y los últimos de Aquemenes y que Heracles y Aquemenes descienden de Zeus?

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