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CRITIAS. —Ningún otro.
SÓCRATES. —Una pregunta aún. ¿Cuál de estas ciencias es la que hace a este hombre dichoso, o son todas a la vez y en debida proporción?
CRITIAS. —No, ciertamente; todas en proporción, no.
SÓCRATES. —¿Entonces cuál contribuye más? ¿Es la ciencia de los sucesos presentes, pasados y futuros? ¿Es la del ajedrez?
CRITIAS. —¡Ah!, ¡el juego de ajedrez!
SÓCRATES. —¿La de los números?
CRITIAS. —Tampoco.
SÓCRATES. —¿La de lo que es sano?
CRITIAS. —Quizá.
SÓCRATES. —Pero, en fin, ¿cuál es la que más contribuye?
CRITIAS. —La ciencia del bien y del mal.
SÓCRATES. —¡Picaruelo!, después de tanto andar me haces girar en un circulo. ¡Ah!, ¿por qué desde el principio no me has dicho que vivir dichoso no es vivir según la ciencia en general, ni según todas las ciencias reunidas, sino según la que conoce del bien y del mal? Pero veamos, querido Critias, si separas esta ciencia de todas las demás, ¿nos veremos por eso menos curados por la medicina, calzados por un entendido zapatero, vestidos por un tejedor, y libres de la muerte por mar o en campaña mediante un piloto y un experto general?