Читать книгу Obras Completas de Platón онлайн
384 страница из 839
—No es necesario —le dije—; me acuerdo de ella y la he estudiado detenidamente.
—Tanto mejor —dijo—, ¿pero te parece que es buena o mala, verdadera o no verdadera?
—Me parece buena y verdadera.
—¿Pero la tendremos por acabada si el poeta se contradice en ella?
—No, sin duda.
—¡Oh! —dijo—, examínala mejor entonces.
—Mi querido Protágoras —le respondí—, creo haberla examinado suficientemente.
—Puesto que tan bien la has examinado, observa lo que dice después:
»El dicho de Pítaco[19] no me place en manera alguna,
aunque Pítaco sea uno de los sabios,
cuando dice que es difícil ser virtuoso.
»¿Comprendes que el mismo hombre que dijo lo de arriba pueda decir esto?
—Sí, lo comprendo.
—¿Y crees que estos dos pasajes concuerdan?
—Sí, Protágoras —le dije—; y al mismo tiempo, temeroso yo de que pasara a otras cuestiones, le pregunté:
—Pero qué, ¿crees tú que no concuerdan?
—¿No puedo creer que un hombre se pone de acuerdo consigo mismo, cuando primero sienta esta proposición: «Es difícil llegar a ser virtuoso», y a renglón seguido se olvida de este precioso principio, y usando la misma palabra, pone en boca de Pítaco: «que es bien difícil ser virtuoso», por lo que le reprende, y dice en palabras terminantes que no le agrada esta opinión en manera alguna, cuando es la suya misma? Cuando condena a un autor, que no dice más que lo que él ha dicho, se vitupera a sí mismo, y es preciso necesariamente que en uno o en otro pasaje hable mal.