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HIPIAS. —Pero la conveniencia o buena proporción, Sócrates, cuando se encuentra en alguna parte, hace que las cosas parezcan bellas y lo son realmente.

SÓCRATES. —No es posible que las cosas que son bellas no parezcan tales, puesto que se encuentra en ellas lo que las hace aparecer bellas.

HIPIAS. —No es posible.

SÓCRATES. —Qué, Hipias, ¿diremos que las bellas leyes y las bellas instituciones parecen siempre bellas a juicio de todos los hombres? ¿No diremos más bien que su belleza verdadera se ignora muchas veces, y que éste es el origen ordinario de las disputas y de las disensiones públicas y privadas?

HIPIAS. —Yo avanzo a más, Sócrates, y digo que su belleza es ignorada.

SÓCRATES. —No sucedería esto, sin embargo, si tales cosas pareciesen lo que son y ellas parecerían así, si lo conveniente fuese la misma cosa que lo bello, que no solo hace las cosas bellas sino que las hace parecer tales. Así, pues, si lo conveniente es lo que hace una cosa bella, éste es en efecto el bello que buscamos, y no el bello que la hace parecer bella. Si por el contrario, lo conveniente da solamente a las cosas la apariencia de la belleza, no es éste el bello que buscamos, puesto que el que buscamos las hace ser bellas, porque una misma cosa no puede ser a la vez causa de ilusión y de verdad. Resolvámonos, pues, a sostener que la conveniencia es causa de que las cosas sean bellas o solamente de que lo parezcan.

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