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HIPIAS. —Yo sé perfectamente que lo que he dicho que es bello es bello en efecto, y que aparecerá así a todos los hombres.
SÓCRATES. —«¿Pero lo será así en efecto?», replicará nuestro hombre. «Porque lo bello, es decir, lo verdaderamente bello lo es de todos los tiempos, lo es siempre».
HIPIAS. —Lo confieso.
SÓCRATES. —«¿No lo era en otro tiempo?», dirá nuestro hombre.
HIPIAS. —Lo era.
SÓCRATES. —Sobre la marcha replicará: «Pero qué, ¿el extranjero de Elis te ha dicho que fue bello el entierro de Aquiles después de sus antepasados, como el de su abuelo Éaco, y el de los otros hijos de los dioses y el de los dioses mismos?»
HIPIAS. —¿Qué clase de hombre es ese, Sócrates? ¡Ah!, déjale; estas preguntas son impías.
SÓCRATES. —Y a tales preguntas, ¿no es una impiedad responder afirmativamente?
HIPIAS. —Quizá.
SÓCRATES. —«El impío serías tú mismo, Sócrates», me diría, «tú que das por sentado que es cosa bella siempre y para todo el mundo recibir de sus hijos los honores fúnebres y tributarlos a sus padres. Cuando tú dices para todo el mundo ¿Heracles y los otros de que hemos hablado, no son de este número?»