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HIPIAS. —Nada más fácil de responder; diremos que Fidias ha obrado bien, porque el marfil es también una cosa bella.

SÓCRATES. —«¿Por qué», continuará él, «Fidias no ha hecho de marfil las niñas de los ojos de su Atenea, usando en su lugar la piedra preciosa que se aproximaba más a la blancura del marfil? Y una piedra bella ¿no es también una bella cosa?» ¿Se lo confesaremos, Hipias?

HIPIAS. —¿Por qué no, cuando cuadra tan bien la piedra?

SÓCRATES. —¿Y cuando no cuadra, diremos que es fea, o no lo diremos?

HIPIAS. —Convengamos en que es fea, si no cuadra.

SÓCRATES. —«¿El marfil y el oro», me dirá en seguida, «puesto que tan entendido eres, cuando cuadran bien, no hacen aparecer bellos los objetos en que se colocan, y por el contrario feos cuando cuadran mal?»

HIPIAS. —Es preciso confesar que lo que cuadra bien a una cosa la hace bella.

SÓCRATES. —Continuará él: «Si se pone a la lumbre esa bella marmita, de que hemos hablado, llena de buen condimento, ¿qué cuchara le convendrá mejor, una de higuera o una de oro?»

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