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HIPIAS. —Todo consiste en que no examinas bien las cosas, Sócrates. En las circunstancias en que Aquiles miente, no hay designio premeditado de mentir, sino que la derrota del ejército le precisó, bien a su pesar, a permanecer y volar en su auxilio. Pero Ulises miente siempre de propósito deliberado e insidiosamente.
SÓCRATES. —Tú te engañas, mi querido Hipias; tú imitas a Ulises.
HIPIAS. —Nada de eso, Sócrates; ¿en qué te engaño y qué es lo que quieres decir?
SÓCRATES. —En qué supones que Aquiles no miente con propósito deliberado; un hombre tan charlatán, tan insidioso, que además de la falsedad de sus palabras, si hemos de atenernos a lo que refiere Homero, de tal manera posee, más que Ulises, el arte de engañar disimuladamente, que se atreve, hasta en presencia del mismo Ulises, a decir el pro y el contra, sin que éste se haya apercibido; por lo menos, Ulises nada le dice que dé lugar a creer que había advertido que Aquiles mentía.
HIPIAS. —¿De qué pasaje hablas?
SÓCRATES. —¿No sabes que después de haber dicho un poco antes a Ulises que saldría al mar al día siguiente al rayar el alba, habla en seguida con Áyax, y no le dice que partirá, sino una cosa enteramente distinta?