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En ambos casos las filmaciones, fotografías, material escrito preparatorio o los objetos utilizados son los únicos documentos que quedan cuando termina la acción, junto a las experiencias habidas por los performers y el público asistente. Se han realizado performances de carácter privado, sin público asistente, con la intención de divulgarlas luego a través de soporte tecnológico (material fotográfico o vídeo). La fotoperformance incluye una secuencia de imágenes, a modo de reportaje visual de la performance. En ella se inmortalizan los momentos más significativos de la acción. La videoperformance solía incorporar todo el desarrollo real de la performance.

Los espectadores desarrollan vivencias placenteras o penosas de distinta intensidad, en función del programa a desarrollar por el performer. La acción se convierte en un instrumento para que el público incremente y/o desarrolle la conciencia sobre las situaciones que se le ofrecen. Detrás de cada performance encontramos contenidos parecidos a los que aparecen en otras obras de arte: miedos, esperanzas, creencias, frustraciones, fantasías, reivindicaciones, historias personales o colectivas, valores, sufrimientos, alegrías… Proceden no sólo del autor, que ha concebido la obra, sino de toda la sociedad que le rodea. Con el tiempo adquirirá un contenido de crítica social y política o defensa de valores propios de colectivos marginados. El performer activa estos contenidos en su acción y el espectador los hace suyos y concreta en función de sus circunstancias o vivencias personales.

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