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Quiero agradecer las conversaciones con Sebastián Edwards, de la Universidad de California, por sus reflexiones sobre el populismo y el rol de las instituciones en el desarrollo económico. Agradezco a Carl Bauer, de la Universidad de Arizona; a Ulrike Broschek, de la Fundación Chile, y a Axel Dourojeanni, por compartir sus conocimientos y observaciones sobre el problema de los recursos hídricos en Chile. Gerard Bronner, de la Universidad Paris-Diderot, fue clave en las discusiones sobre creencias e ideología. En la LSE debo agradecer a los profesores Nicholas Barr y Richard Layard. Lo mismo puedo decir de una provechosa conversación con Marisol Touraine, exministra del Trabajo y miembro de la Cours des Comptes de Francia, sobre aspectos constitucionales en ese país.

Y a lo lejos, en el tiempo, no puedo no agradecer a algunos de mis profesores del colegio, a quienes les debo hoy más de lo que pensé: Verónica Urrutia, Roberto Alderete, Nicolás de Prado, Jorge Sepúlveda y, tanto por sus enseñanzas como por una llamada muy especial, a mi profesor de matemáticas, Sergio Seballos.

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