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A Isa le gusta el que tiene almendras dentro y a Nico y a mí el “con leche normal”. Mamá no lo come nunca. Dice que se pega a las caderas. Yo me miro en la ducha y de momento no hay restos de chocolate. Si tienes cuidado solo te manchas las manos y la cara. Como se ensucie tu ropa o el sofá te quedas un mes sin chocolate y mamá dice que nunca más lo vuelve a traer. Todo se arreglaría si comprase oxígeno activo. Lo dicen en la tele.

Una vez apareció el chocolate con almendras en la basura. Así, entero, la tableta empezada, pero con mucho chocolate dentro. Fue Isa. Mamá le riñó. No se tira la comida. Cuando se estaba lavando los dientes, se miró en el espejo y descubrió que tenía dos granitos en la cara. Eran rojos. Se enfadó mucho y dijo que la culpa era del chocolate. Le entraron ganas de llorar.

“Y ahora, ¿qué hago?”, decía muy triste. Tardó mucho en comer más, aunque a veces nos quita a Nico y a mí un poco de nuestra merienda.

De vez en cuando, mamá hace un bizcocho y ese día no tomamos bocadillo. Si no tiene prisa, cuando lo está haciendo, nos deja ayudarle y después rebañar la fuente con el dedo. Nico se pone muy gracioso todo lleno de masa por la cara. Ese día mamá lo ducha a las siete.

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