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1. El espacio público como espacio de la representación y la actuación ciudadana. Las denominaciones de los centros educativos

En la forma en cómo se asigna, utiliza, distribuye y transfiere el espacio entre hombres y mujeres […] se construye y se manifiesta el género (Del Valle, 1991: 225).

El espacio es uno de los parámetros básicos de ordenación y construcción social de la realidad. «El hecho de que el entorno sea una creación humana significa que a través de su contemplación y su lectura podemos obtener un conocimiento de la historia de los individuos, grupos, sociedad… así como de la cultura» (Del Valle, 1991: 225; Hernando, 2000). Además de ser algo producido y constituido socialmente, el espacio se erige en una dimensión más de la acción social y, por tanto, en la posibilidad social de realizar una determinada acción. En este sentido, el espacio público es un espacio de ciudadanía, un lugar, según Habermas, «donde el poder se hace visible, donde la sociedad se fotografía, donde el simbolismo colectivo se materializa», un «escenario que cuanto más abierto esté a todos más expresará la democratización política y social» (citado por Borja y Muxi, 2000: 17; Falcó, 2003: 297). Entender el espacio público como el lugar de la representación, en el que la sociedad se hace visible, significa considerarlo como un sistema de lugares significativos y como escenario para el ejercicio de la ciudadanía. Por ello, la ordenación del espacio público no es solo un factor de aglutinamiento social, sino también de formación de identidades, por lo que la atención del espacio público implica el convencimiento de la trascendencia de la forma urbana, diseñada para vivir colectivamente y para la representación de la colectividad.

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