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Los partidos marxistas se recomponen en el exilio

Los marxistas, salvo Trotski, habían tenido muy poca participación en la revolución de 1905, dominada del todo por el gobierno en 1907. Cunde entonces un gran desánimo entre muchos de los protagonistas de la revolución. Los desmoralizados partidos más revolucionarios habían perdido en ella miles de miembros, sobre todo entre la intelectualidad. Una minoría marcha entonces al exilio para mantener vivo el movimiento. Trotski (1879-1949), que se ha separado de los mencheviques, funda periódico propio en Viena y acude a los cafés para hacer toda suerte de comentarios sobre política mundial.

Lenin discrepa de esta táctica e insiste de nuevo entre sus colegas bolcheviques en la necesidad de un partido clandestino. Gana progresivamente adherentes a sus criterios, y pronto sucede en el liderazgo del bolchevismo al anciano Plejanov. Una nueva generación se adhiere a él: jóvenes de origen plebeyo, no proletario, rara vez con estudios universitarios, pero con experiencia de actuar en la clandestinidad y en contacto con obreros en su lucha con la policía. Uno de estos jóvenes es el georgiano Soso Yugashvili, hijo de un zapatero del Cáucaso, de madre muy religiosa y antiguo seminarista, el futuro Jósif Stalin.

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