Читать книгу Apuntes de Historia de la Iglesia 6. Edad Contemporánea - Siglo XX онлайн

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El espíritu hostil a la Iglesia, encarnado sobre todo en el partido radical francés fundado por León Gambetta (1838-82), será de repercusión universal. En casi todas las naciones latinas, de raíces indiscutiblemente católicas, prende este espíritu entre sus burguesías y alta sociedad, y pronto crean en ellas los homólogos partidos radicales, embebidos en la misma idea de que la tarea de secularizar la vida social de las viejas naciones cristianas ha de traer el gran bien a los pueblos. Muy común fue entonces el viaje a París de políticos radicales de la Europa latina y de Hispanoamérica para recibir consejos e instrucciones. A los pueblos europeos de raíz sajona y nórdica más les afectó y configuró la anterior revolución luterana. No hubo “partido radical” en la Alemania luterana, Inglaterra o los Estados Unidos, ni similar voluntad secularizadora de la vida social. Son diferencias que persisten hasta hoy.

En España, donde no surge una burguesía económica pujante hasta bastante avanzado el XIX, el liberalismo prende ante todo en sus altas aristocracias. La imitación de lo francés se hace presente con fuerza en las Cortes de Cádiz, y luego en el gobierno y alta sociedad isabelinos, con un tono más moderado y ecléctico. Más adelante, a partir de la revolución de 1868, se impone un liberalismo más radical, del que se separará Sagasta, y fue proseguido desde su exilio de París por su adlátere Ruiz Zorrilla. Su discípulo, el joven Alejandro Lerroux (1864-1949), fundará el histórico partido radical español a imagen del francés recientemente creado por Gambetta52.

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