Читать книгу Colombia frente a los escenarios del pacífico. ¿De qué pacífico hablamos? онлайн

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¿No son todos estos rituales los que nos han separado de ese nuevo orden mundial que amanece en la potencia de China urdido en tan solo cuarenta años, más la tragicomedia de las violencias de distintos signos que a nombre del orden o de la revolución nos hacen rondar en torno a los desastres?

Es el sentido que me ha llevado en un rapto de honradez a titular estas divagaciones con aquello que propone una lectura seria del libro del querido amigo Ricardo Mosquera Mesa: Es la economía, no seamos tan ilusos.

Gabriel Restrepo

Escritor y sociólogo

Seminario San José Obrero, municipio de Arauquita,

24 a 28 de agosto de 2019

A MANERA DE PRÓLOGO

Dios quiso poner su trono/ en una parte del mundo/

y después de buscar mucho/ pensó en mi Huila querido,

en mi tierra se quedó/ y pensando en el futuro

nos legó a San Agustín/ con su misterio profundo.

(Mi Huila, Oswaldo Collazos)

Esta composición musical nos llega a los huilenses muy hondo puesto que el Creador busca un lugar para gobernar el mundo y fija en el Huila su trono, pero como tiene que pensar en el más allá, lo acompaña con el misterio que encarna esa gran cultura agustiniana que se remonta al periodo Arcaico (4000 a. C. - 1000 a. C.), es decir, mucho antes de Adán y Eva, padres de la humanidad en la concepción cristiana. Por mi mente de bachiller del Colegio Nacional Santa Librada, surgen interrogantes respecto de esta búsqueda. Por una parte, ya nuestros profesores nos enseñaban el evolucionismo darwinista con respecto al origen de las especies y, por otra, se asomaba un sentimiento laico que se exacerbaba con las lecturas de Vargas Vila, liberal anticlerical y antiimperialista, y cuya obra hacía parte del índex (Aura o las violetas, Ibis, La muerte del cóndor, etc.). Estas lecturas las acompañé con La Vorágine, de José Eustasio Rivera, y su denuncia de la explotación de los caucheros por parte de la británica casa Arana que, a principios del siglo XX y a través de comerciantes y empresarios, llegaron al Putumayo y a la Amazonas para explotar este producto en condiciones desalmadas, lo cual también se retrató en un reportaje londinense titulado El paraíso del diablo.

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