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Tanto sectorial como territorialmente, y desde la óptica de las iniciativas empresariales, el fenómeno es bien perceptible ya a lo largo de los primeros decenios del siglo xx. Se afianzan, crecen o se renuevan, según los casos, las empresas eléctricas, químicas, de automoción, de construcción de buques, de construcción residencial y de obras públicas, así como de una amplia gama de industrias transformadoras, desde las de maquinaria a las de reparaciones y construcciones metálicas; todo, al tiempo que también se modernizan las empresas de seguros, telecomunicaciones, hostelería y transportes por carretera, entre otras del sector servicios.
Desde la perspectiva territorial, la difusión de la actividad productiva es también muy notable. Madrid, probablemente la ciudad más representativa de esa segunda oleada de innovaciones fabriles en España, se afirma en su condición de capital industrial, además de administrativa y financiera, y gradualmente durante el siglo xx como centro de las nuevas redes de transporte. La industria valenciana demuestra asimismo renovado vigor, con una variedad grande de producciones. Y cobran simultáneamente mayor fuerza los núcleos industriales de Guipúzcoa, Santander, Zaragoza o Valladolid, entre otros.