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En las narrativas públicas sobre la atención a la dependencia, ambos, cuidadores y personas dependientes son posicionados en un discurso cultural que legitima determinados marcos de atención, mientras que otros quedan prohibidos o no se plantean como alternativa social. Respecto a la relación con el cuidador –sea individual o institucional– implica también una delimitación de lo que se puede o no hacer y desde qué forma se hace; por ello se consigan una serie de servicios y prestaciones del SAAD (las más difundidas y aceptadas son las dirigidas a la población mayor) y se categorizan las situaciones de dependencia en función de los Grados. Estas categorías-Grados, como se ha visto, incluyen a algunas personas y excluyen a otras. Y es que, si bien la dependencia es definida normativamente como una categoría social basada en patrones biológicos, fisiológicos y funcionales, también expresa pautas culturales y morales; porque lo normativo indica el “ser” y el “deber ser” teniendo implicaciones en la realidad práctica.

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