Читать книгу El sexo oculto del dinero. Formas de la dependencia femenina онлайн

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Taquicardias inesperadas me asaltaban cuando debía dirimir cuestiones de dinero. Violencias internas que lograba disimular pero que, aun cuando pasaran inadvertidas para los otros, me costaban muchas energías.

Reclamar una deuda, precisar un contrato, adquirir un bien material significativo, defender un honorario, establecer con mi marido las áreas de competencia económica, plantear qué consideraba «mío» y qué «nuestro», establecer criterios económicos en la relación con mis hijos, y todas esas «pequeñeces» de la vida cotidiana no surgían con espontaneidad.

Lejos de ello, dolores de estómago, cuestionamientos éticos («el dinero es denigrante»), malestares estéticos («es sucio y feo»), postergaciones indefinidas («mañana lo planteo»), me asaltaban sin pedir permiso.

Me paralizaban o me condicionaban a adoptar actitudes revanchistas y/o «a mí que me importa».

Evidentemente yo era, y no era, una mujer independiente.

Mi autonomía tenía patas cortas (como se dice de las mentiras).

Y no tuve más remedio que rendirme a la evidencia de que, en cuestiones de dinero, las cosas no eran como parecían, ni como muchos creían.

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