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Para finalizar esta experiencia, estructura o molde de movimiento ante diversas situaciones, me paraba al final desde el arrogante, el que dice “esto es lo que hay y así soy yo”, sin reconocer o dar cabida a mostrar un poco de arrepentimiento; esto, definitivamente, gatillaba el dejar el problema atrás, justificándolo, cerrándolo y dándole el espacio para olvidarlo, algo que hoy, en mi nueva forma de ver, ya no es una opción; el guardar, esconder y olvidar situaciones de maltrato fue lo que me llevo a construir este perfil unitario de comportamiento, esto ya no sirve, lo que sí sirve es una postura conciliadora, de alta escucha, que permita construir trasfondos compartidos de obviedad en donde todo interlocutor aporte, sea parte, ayude, acompañe y permita construir en vez de destruir.

Entrando un poco en la víctima que aparece después de atacar, identifico otra armadura súper poderosa que se vestía de dolor y lástima, esto aliviaba a la víctima, muchas veces fue copartícipe de momentos en donde los ojos no estaban puestos hacia mí; acá lograba llamar la atención y esto lo conectó, de manera muy intensa, con el no poder hacer uso de herramientas mucho más poderosas y válidas para estos espacios, y era darle cabida a la ternura, el amor, el apropiarme del calor que tengo para dar y para darme; siento que es más fácil de esta manera, pero reconozco que esto no era fácil que lo viera, porque justamente, a pesar que tuve unos padres amorosos y que con sus recursos lograron generar una gran educación hacia mí, este espacio de amor, comprensión y calor de acompasar fue lo que en algún momento de mi vida sentí y vi como una ausencia, así que era más fácil caer en el extremo de la víctima, en el cual entregaba mejores resultados, y tengo muchos ejemplos en la vida: en el trabajo, en el colegio, inclusive con mis amistades, podía fácilmente entrar en esa forma de ser y lograba mi cometido, estar abrazado, acogido, vinculado, el ganarme un espacio, pero desde un lugar incómodo, que al final de cuentas también es una postura arrogante, porque eso que intentaba, con la rabia de minimizar al otro, de hacerlo chiquito, lo dejaba expuesto y vulnerado; esto era precisamente lo que se generaba en mí, sabía que a las víctimas también las protegen y las acompañan, y otra vez aparece la fuerte tendencia de ir a los extremos, de conocer profundamente cómo caer muy bajo y cómo elevarme hasta donde quisiera, pero a mis ojos, desde emocionalidades fallidas y poco estructuradas que dieran un resultado real a la solución de vida que buscaba.

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